Podemos llamar rutinas
a comportamientos que se realizan cada día de forma casi automática. Se trata
de pequeñas actividades, que de tanto repetirlas de la misma manera, pasan a
formar parte de nuestros hábitos o costumbres dándonos una sensación de agrado
y seguridad. Algunas de ellas podrían
ser: cepillarse los dientes, todo lo que hacemos antes y mientras vamos al
baño, las preferencias en cuanto a las comidas o que hacemos antes de ir a
dormir. Como en todo el quehacer humano, en las rutinas nuestro cerebro
participa de manera integrada, sin embargo las rutinas y los ritmos de nuestra
vida parecen ser manejados exclusivamente por la parte más primitiva de nuestra
inteligencia básica, el llamado Cerebro Re ptil
El cerebro Reptil es el
responsable de las conductas más instintivas o de supervivencia de nuestra
especie, se ubica en el aquí y el ahora usando la poderosa energía del
movimiento actúa, imita, va estableciendo rutinas, rituales, hábitos y
costumbres que progresivamente nos hacen sentir en confianza y con mayor
seguridad. Por otra parte el sentido de pertenencia, familiar a grupos o
relaciones, la delimitación cuidado y defensa de nuestros territorios (Físicos
o emocionales) son activados también por este antigua parte de nuestro cerebro.
De seguro, durante los primeros cinco años de vida instalamos estos
comportamientos, que se constituirán en pilares, patrones de la seguridad y
auto-confianza en nuestros niños.
Las rutinas forman
parte de las dinámicas que a diario ejecutamos sin reparar en ellas, como
docentes con nuestros niños y niñas de preescolar. Con certeza al llegar hay
algunas actividades, que son seguidas por otras, los niños saben que en algún
momento del día se canta, en otros se dibuja, en otros irán a comer tal vez luego a descansar, para tener más
tarde un rato de juegos libres. Ellos dejan de ocuparse de este orden es cosa
de adultos, por lo que su atención y energía podrá dirigirse, entonces, a explorar,
aprender y jugar. Otro beneficio de la rutina es que interioriza una idea del
tiempo, la regularidad en el cuidado les permite predecir que sigue en el día. Prestar
atención a estas rutinas, organizarlas deliberadamente, tomar consciencia de la
importancia que tienen para los niños, de su valor en la formación de hábitos
saludables, hace de las rutinas un aliado indispensable para
enseñar a prestar atención a nuestros niños y niñas.
Como puede verse, las rutinas
ritman la vida de nuestros niños y niñas de preescolar, ello sucede pues el
ritmo es un proceso organizador de todos los procesos vitales, desde el vientre
materno el bebe percibe el pulso cardíaco de mamá, sus movimientos al caminar.
Al nacer encuentra sus propios ritmos al respirar, succionar, balbucear. Así,
progresivamente adquiere un ritmo propio de sueño y vigilia. Progresivamente un
oscilar entre dos opuestos provee a cada ser de posibilidades de crecer en
armonía, De manera que, al igual que el aire es inhalado y luego exhalado para
fomentar la vida, pareciera que todo proceso rítmico tiene un efecto
estimulante, que calma, armoniza y en tal sentido, si deseamos capturar la
atención plena y motivación de nuestros niños y niñas de preescolar hemos de
configurar rítmicamente las rutinas empleadas cada día en nuestro centro, considerando
el criterio actividad-descanso-pausa.
Otra posibilidad es
tener presente las polaridades, hay tiempo para hablar pero también para
escuchar, hay tiempo para jugar pero también para descansar, es posible cantar
y bailar pero también es posible susurrar o permanecer quietos y en silencio.
En la actualidad los niños conviven en entornos llenos de ruido, imágenes que
cambian a mucha velocidad, sentimientos de apuro y estrés en las familias que
parecieran no dejar lugar a la contemplación y la pausa. Ese proceso que
conocemos como oscilación, ir y venir,
expansión y contracción (permisos y restricciones) conduce a ocupar diferentes
espacios, diversas posibilidades y caminos de acción, todo lo cual necesita ser considerado y utilizado en
nuestros centros de preescolar.
La calma debe tener
también un lugar en la vida de nuestros niños y niñas, y la mejor manera de incorporarla es a través
de las rutinas escolares, ya que además, todos los niños deben seguirlas, lo
que se convierte, de hecho, en un efecto multiplicador.
Usar el ritmo en la enseñanza
respetará el funcionamiento y desarrollo natural del niño, le brindará una
seguridad y soporte que le acompañarán en adelante creando pautas, o
estructuras ordenadoras para la vida. que (en caso de ser adecuadamente
implementadas) le ayudarán a atender, a
sentirse respetado, querido, valioso y menos temeroso.
Finalmente, dirigir la
mirada para observar nuestras propias rutinas como personas y como docentes, nuestros
hábitos, el ritmo con el que llevamos nuestra vida, nuestro trabajo como
maestras de preescolar, despertar nuestra atención acerca de lo que decimos y
cómo lo decimos, las cosas que nos disgustan y cómo respondemos ante ellas, ha
de ser un primer paso para reconocer a presencia en nuestro accionar de un
cerebro Reptil y tal vez así comprender mejor a estos pequeños a quienes nos
toca guiar en su etapa preescolar.
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